La perfección de lo simple

Una hoja en blanco intimida hasta al más valiente. Se requiere la capacidad de plasmar ideas de manera coherente, para que el resultado no solo informe al lector, sino que lo cautive y que tu mensaje se quede en su cabeza.

La escritura es un acto de creación que tiene tanto de simple, como de complejo. Es un ejercicio al que se enfrentan cotidianamente millones de personas para comunicarse en toda clase de contextos. Sí, es cotidiano, pero a la vez puede ser desafiante. Tal  es el reto, que hay quienes se arman de una compleja artillería antes de empezar a escribir: palabras rebuscadas, frases extrañas, conceptos tan elaborados que ni siquiera ellos entienden, ideas que dan muchas vueltas antes de aterrizar en el párrafo. Redactores que dicen mucho pero comunican poco. Hoy en el blog de redacta invitamos a seguir las recomendaciones de tres expertos, los escritores españoles Javier Pellicer y Josep Maria Espinàs y el investigador idiomático colombiano, Fernando Ávila.

 

 Organiza el escritorio de tus ideas

El profesor Ávila le dijo a redacta que esa escritura compleja, densa y pesada de la que hablamos al inicio de este texto, puede entenderse como un afán de parecer interesante. “Quien ha quemado sus neuronas en pregrados, maestrías y doctorados sin fin, quiere demostrar en sus escritos algo de lo mucho que ha aprendido, usando los términos científicos y oscuros. José Ortega y Gasset nos enseñó que ‘la claridad es la cortesía del filósofo’ y san Agustín nos dijo que ‘la sencillez es la sal de la perfección’. Hay que abandonar la pretensión de lucirse y cambiarla por la intención de enseñar”.   El catalán Josep Espinàs es amigo de la simpleza. De la descripción de los hechos clara, concisa y efectiva. “Me atrevería a decir que hay que aprender a escribir de este modo: ‘Lo que estoy leyendo es un artículo. El texto tiene forma de columna. Puedo leerlo hasta el final. Puedo abandonarlo si no me interesa’. Recomiendo practicar la escritura construyendo frases que sólo incluyan una idea. Después de cada frase, un punto. Esto brinda mucha confianza, porque vemos que queda claro lo que queremos decir”.

Qué hacer si queremos que nos entiendan, pregunta este experto: “pensar en algo que queramos decir. Escribirlo. Luego leerlo para comprobar si la idea está clara. Punto. Vamos por otra. Cuando dominemos la técnica de pensar-escribir una idea tras otra, ya podremos avanzar en la redacción.  La recomendación de Espinàs nos lleva a visualizar la redacción de un texto como ese cajón del escritorio lleno de cosas que debemos ordenar. Por fortuna, el cajón tiene varias divisiones y además tiene unas cajitas organizadoras de diferentes tamaños. Cada idea es un grupo de elementos de tu cajón. Por ejemplo, los clips van en una caja y los lapiceros en otra. Si tienes tres clases de lápices, querrás ponerlos en compartimientos individuales, que puedes separar con punto seguido. Los lápices y los clips deben ir separados por punto aparte.

 

Escritura simple y contundente

Las claves para Javier Pellicer están en el precepto de economía que rige la escritura. “Economía aplicada a un sinfín de consejos, pero probablemente el más importante hace referencia a la construcción de las oraciones. Frases sencillas y breves (relativamente), en contraposición a una redacción ampulosa, rebuscada o demasiado extensa”. De nuevo, la simpleza: “Lo sencillo siempre es mejor que lo complicado. Es una regla que sirve tanto para la vida en general como para la escritura. Es muy común en los escritores que empiezan, el buscar un lenguaje rebuscado con el que ser originales y parecer cultos. Pero el estilo de construcciones recargadas que solo demuestra el interés del autor por llamar la atención sobre la redacción, no es amigable para el lector habitual”.   Para ejemplificar esa cualidad de lo simple, Fernando Ávila apela al uso de  de palabras conocidas en vez de tecnicismos y vocablos crípticos. “Por ejemplo, cinco años en vez de lustro; calumnia en vez de libelo; honestidad en vez de sindéresis; valores en vez de axiología; ética en vez de deontología; frase en vez de oración”.

Las grandes ideas de los grandes pensadores han sido expresadas en frases cortas y sencillas, «Solo sé que nada sé» (Sócrates), «Pienso, luego existo» (Descartes), «Lo mejor es enemigo de lo bueno» (Voltaire). Los eslóganes más exitosos y recordados son breves y claros, sin palabras rebuscadas, «La chispa de la vida», «Carvajal hace las cosas bien», «Fabricato, la tela de los hilos perfectos”.   Guarda esta idea en tu cajón de la escritura. No importa si se trata de la redacción de un ensayo sobre economía, un informe de gestión, un proyecto de grado o la historia de tu emprendimiento. Busca la sencillez, que ahí está la belleza.

La sencillez es la sal de la perfección: escritura simple y contundente.

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